TECH AND THE CITY

Es evidente que la tecnología ha buscado y sigue buscando resolver problemas que puedan presentar las personas en cualquier ámbito de sus vidas.

En esta ocasión, quiero ceñirme a un ámbito geográfico concreto, como es la ciudad; ya es suficientemente conocido que un gran porcentaje de la población mundial se concentra en núcleos urbanos.

También es de sobra conocido que uno de los problemas recurrentes de esa población es la movilidad dentro de la propia ciudad. Tanto, que regula gran parte incluso de nuestras vidas, pues nuestro tiempo depende de, entre otros, el modo de transporte que escojamos, o del que dispongamos, para desplazarnos por la ciudad. Así como por el propio tiempo empleado en el desplazamiento, igualmente por la frecuencia del servicio, si hablamos de un transporte público.

Debido a la Covid19, vemos también que, a causa del medio de transporte que utilicemos, nos encontramos más expuestos a riesgos, o, por contra, estaremos más protegidos si pudiéramos emplear nuestro vehículo particular. Por lo que estamos viendo, la movilidad urbana presenta desigualdades en muchos ámbitos, especialmente el socioeconómico, pues dependiendo de la zona de residencia, o del nivel de renta, se aprecian restricciones a una adecuada movilidad.

La tecnología lleva tiempo buscando dar respuesta a estas cuestiones, y una de ellas ha sido la de crear auténticas flotas de pequeños vehículos, tanto automóviles, como bicicletas o patinetes, normalmente eléctricos.

Un enfoque interesante como aproximación a la resolución de un problema, pero con fallos:

  • la normativa de los ayuntamientos no estaba preparada, y a día de hoy en muchos casos sigue sin estarlo, para la regulación del tráfico y el estacionamiento de estos vehículos
  • Tampoco la formación a los usuarios ha sido una tarea bien desarrollada, y ha dado lugar a que muchos de esos vehículos se conviertan en obstáculos sobre las aceras destinadas a peatones, o incluso han sido vandalizados, acabando en el fondo de ríos y canales.
  • Finalmente, y a causa de la pandemia que sacude nuestras vidas como pocas cosas antes, se ha hecho necesario que esos vehículos sean desinfectados antes de cada nuevo uso, con el consiguiente problema tanto por las empresas propietarias como para los usuarios, así como con el riesgo por la propia salud que esto supone.

Por esto es estimable este esfuerzo por querer llevar el transporte público a toda la sociedad, pero es evidente de que nos encontramos apenas rascando la superficie del problema en este caso. La tecnología debe ir más allá, y de hecho lo hace, aquí, a través de dos premisas:

1- En cada ciudad existen muchos más activos por favorecer y fomentar la movilidad, de los que se aprecian a simple vista. Concretamente, como activos de aparcamiento, existe más número de plazas sin usar o infrautilizadas, que las que se encuentran puestas a disposición de los usuarios en superficie, en áreas de estacionamiento regulado y controlado por ayuntamientos, como en parkings públicos que funciona en forma de concesiones municipales.

2- Es evidente que el tráfico de vehículos con motor de explosión es un problema para las ciudades, pero gracias a la tecnología puede llegarse a un sistema mucho más ordenado y eficiente, basado en la utilización del máximo de recursos de una ciudad disponibles y un uso mucho más racional del vehículo particular como medio de transporte.

De este modo, se eliminan tiempos extra de circulación, reduciéndose así la congestión de tráfico y la emisión de gases contaminantes (el 30% aproximadamente de las emisiones de Co2 en ciudades vienen de ese tráfico en busca de aparcamiento).

Finalmente, se añade valor a cada elemento de la cadena que forma esta solución de transporte urbano:

Los usuarios consiguen un aparcamiento seguro y reservado, antes de subirse a su vehículo, más un ahorro de tiempo y combustible, e incluso en el propio coste de ese aparcamiento, sin contar con la mejora en la calidad de vida, al eliminar estrés e incertidumbre.

Por el camino, las ciudades ganan esa reducción en la congestión de tráfico y también en emisiones de gases efecto invernadero.

Los propietarios de esas plazas particulares de uso público ganan también, por supuesto, un ingreso del que antes no podían disponer.

La conclusión es que la tecnología, si cuenta con el enfoque adecuado, y no se convierte en el fin en sí misma, sino en el camino para lograr mejorar la vida de las personas, es una herramienta muy potente para transformar cualquier aspecto de nuestras vidas, y, por lo tanto, por supuesto también de nuestras ciudades.

Si ese enfoque lo orientamos hacia los negocios, es claro cómo la tecnología puede aportar más valor, y crear nuevas líneas de ingresos de forma automática como es el caso que hoy nos ocupa con el sector hospitality en las ciudades.

 

Contacto:

Alfonso Tomé

CEO en appark.me

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